El topo Juan
Había una vez en un raíl cercano a un campo, un pequeño tren abandonado.
En el tren casi todo estaba lleno de telarañas. En los diferentes vagones se habían ido metiendo distintos animales. En el primero había tigres viejos y malolientes. En el segundo todo estaba lleno de pájaros, la mayoría eran tucanes. En el tercer vagón todo era muy diferente a los demás, porque en él habitaba un pequeño topo al que le gustaba tocar viejas telas. El topo se llamaba Juan. A Juan le habían abandonado de bebé y le habían dejado en el viejo tren. Le encantaba jugar a la pelota que le había regalado su abuelo Tomás unos meses antes de que sus padres Teófilo y Tania le abandonaran.
Todos los días Juan se levantaba a las diez y media y se acostaba a las once en punto, excepto los fines de semana que se iba a la cama a las tres de la mañana.
Normalmente solía comer en su pequeño salón, en el que tenía una televisión de tres pulgadas y una tabla de un tapiz que había encontrado en la basura que le servía como sofá. En el baño tenía un váter de juguete y una taza llena de agua caliente que le servía como piscina o bañera. Además tenía una especie de jardín dentro del vagón, donde había piel de un abrigo de color verde y un tractor de juguete en el que salía para coger la comida por el campo.
Una mañana Juan salió como todos los días afuera para cavar un agujero profundo, sólo pararía cuando encontrase una larva o un insecto para el desayuno.
Después de un buen rato cavando tocó algo que le impresionó mucho. Era muy duro y sonaba hueco. Siguió cavando y al final destapó un plateado tubo en el que las larvas corrían. No se lo pensó dos veces y se llevó el tubo con las larvas dentro y lo desayunó plácidamente.
Al siguiente día decidió volver a dejar el tubo donde estaba por si contenía alguna enfermedad perjudicial. Nada más posarlo en la tierra las larvas corrieron hacia él y se pusieron a dormir. De nuevo Juan se llevó el tubo con las larvas dentro y volvió a desayunar las larvas. Después le fue a enseñar el maravilloso objeto que había encontrado a Teodoro el tucán que estaba en el segundo vagón. Nada más enseñarselo una sombra se vió por detrás. Era gigante y estaba rugiendo, era un tigre enfadado que le arrebató el tubo de las manos. Entonces lo mordió y lo partió en diez trozos.
Después Juan tuvo una excelente idea, le dijo a Tomás el tucán que si le llevaba al centro comercial de la ciudad que estaba 10 kilómetros del tren.
Después de diez minutos los dos estaban enfrente. Juan sin pensar se metió en el bolsillo de un chico que entraba en ese momento. Cuando el chico estaba pasando por la zona de metales, Juan vió un tubo idéntico al que le mordió el tigre enfadado. Lo agarró con sus uñas y lo metió en el bolsillo en el que estaba él. Solo hubo un problema, que al salir del centro comercial una alarma pitó y unos policías se lanzaron hacia el chico. Menos mal que Juan pudo salir del bolsillo, llegar hasta el tucán y llegar a su vagón sano y salvo.
Basado: Juan tuvo un tubo, y el tubo que tuvo se le rompió, y para recuperar el tubo que tuvo, tuvo que comprar un tubo, igual al tubo que tuvo.
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